La práctica del yoga en el siglo XXI ha evolucionado desde los inicios de la masificación de las escuelas occidentales, a mediados del siglo pasado. La velocidad media de la vida, la cantidad de decisiones y gestiones a atender en un día, por un individuo medio, se ha acelerado considerablemente.

La capacidad de moverse, viajar y estar conectados con personas al otro lado del mundo, no solo por placer sino por trabajo, han hecho posible el nacimiento de muchas nuevas profesiones, así como la evolución de muchas otras. La cantidad de información que manejamos cada día es tan grande que supera, en muchos momentos, la capacidad de respuesta de nuestro cerebro.

Cada vez tenemos menos tiempo para cada tarea o actividad diaria. Por tanto, cada tarea requiere cada vez más eficiencia y organización.

En fin, nos enfrentamos a un mundo nuevo, excitante, rico y lleno de retos, pero debemos aceptar que para vivir en él debemos transformar la forma en la que hacemos las cosas. Una de ellas, y la que nos ocupa hoy, la forma en la que practicamos y enseñamos el yoga.