Por ejemplo, al entrar en un asana, cuando trabajan en el pecho, el abdomen, la pelvis y las piernas a la misma vez tienen que responder simultáneamente a todos a la vez. Si no responden a la misma vez hay desconexión. La mente tiene que estar ahí, no es tan simple, lo intentarán centenares de veces, miles de veces si es necesario antes de que salga con naturalidad, tienen que estar presentes y concentrados, lleva esfuerzo: mental y físico.
El estereotipo de comportamiento de la mente en el ejercicio, en el Asana, siempre es el mismo. Independientemente de pulir la forma física del Asana, tienen que pulir el comportamiento de la mente en el proceso de ejecución de la postura. Estudiar esto es realmente plantearse una práctica profunda de yoga, porque empiezan a pulir la mente a través de la acción consciente.
Por ejemplo, entremos en Urdhva baddhanguliyasana. Al subir los brazos la mente los persigue y abandona las piernas. Luego nos damos cuenta y volvemos a las piernas. Estabilizamos. Luego nos fijamos de que al subir perdimos giro en los hombros, los giramos más, pero al hacerlo la mente se colapsa sobre el punto de máximo esfuerzo y hacemos una ligera mueca en la cara. En ese momento no estamos sintiendo el abdomen, que se suelta y dejamos ir las costillas más bajas al frente. Y así, veremos una serie de saltos, colapsos, idas y venidas de la mente por el asana hasta que la logramos estabilizar. Pero si tenemos claro que lograr todas las instrucciones del asana no es el objetivo, sino pulir la forma en la que la mente lo consigue, todas a la vez, entonces estaremos puliendo en realidad la base de una práctica profunda de yoga. La mente está ganando maestría.
Al ir cambiando gradualmente la adicción al movimiento por la capacidad de permanencia, la dispersión por concentración, la irritación de asumir esfuerzo por tolerancia y observación, la huida o embestida del esfuerzo por ecuanimidad, estamos cambiando el estereotipo dinámico de la consciencia.
Esto impacta directamente en el carácter y la forma en la que nos relacionamos con el mundo y los demás seres humanos. Es una de las razones por las que el estilo de vida del yoga impacta positivamente en la sociedad.
No aisla al yogui, sino que lo hace un miembro más integrado, tolerante y consciente dentro de la comunidad.
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